lunes, 13 de noviembre de 2006

La calle de Haring


Hace muchos, muchos años descubrí a Haring en el Vanity Fair y - de ahí la importancia de algunos medios de comunicación y su asombrosos poder mediático- su popularidad se disparó como un relámpago a partir de entonces. Me llamó la atención este “grafitero agitador” que pintaba en las estaciones y los vagones del metro de Nueva York, y que practicaba un cóctel en el que mezclaba el arte egipcio, esquimal, maya, aborígen, los all-over de Alechinsky, Tobey, Warhol, Pollock, Dubuffet...Este “demótico pop” inmerso en aquella factoría del East Village de Manhattan que absorvía lo mismo al loco Warhol que al desdichado Basquiat. Imprescindibles sus “bebés radiantes”, sus perros, ángeles, platillos volantes, figuras gateando... sus “icons”. Tiene, por supuesto un sitio en el cielo de los creadores aquellos que interrogan sin hacer preguntas. Los mass media han hecho que en apenas diez años de actividad- murió con 31 años- su obra forme parte de ese gran mosaico contemporáneo que ya es historia.

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